Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

¿TE ATREVES A MIRAR?

Hace muchos años leí un artículo en el que el autor contaba como una maestra le había dicho que la palabra más importante que se puede enseñar es Mira. No recuerdo el autor, ni el resto del artículo, ni el contexto en el que fue pronunciada. Lo que sí recuerdo fue el enorme significado que, a partir de entonces, tuvo esa palabra en mí. Mirar ya no era solo una sencilla palabra, ni una sencilla acción, no era solo dirigir la vista hacia algo. A partir de ese momento, mirar se convirtió en una palabra compleja que me impulsaría a abrir mi mirada a lugares que antes ni sabía que existían.

Si buscas en el Diccionario de la Real Academia Española las palabras mirar, ver y observar coinciden en algunas acepciones. De hecho, las usamos muchas veces como sinónimos o con el mismo significado, pero hay una diferencia importante y es que para poder ver y observar, primero tenemos que mirar. Sin dirigir la vista hacia algo, ni lo podremos ver, ni lo podremos observar y mucho menos conocer. Mirar es la antesala de cualquier conocimiento. Y aquí es donde reside la razón de mi quebradero de cabeza y las horas que dediqué a reflexionar sobre esa sencilla palabra cuando la “miré” en aquel artículo. Siempre me he movido impulsada por la curiosidad de conocer, de aprender y si para ello tenía que mirar primero ¿Cómo saber si miraba al lugar adecuado?… ¿A dónde tenía que mirar para saber?… ¿Y si hay partes desconocidas que son importantes mirar y que yo no sé siquiera que están?

Desde que aparecieron los blogs hace más de dos décadas, navegó en mi mente la idea de tener uno y como no podía ser de otra manera, la primera entrada que quería escribir tenía que versar sobre esta palabra. ¿Por qué escribir sobre mirar? Porque en mi humilde experiencia personal y profesional, esta sencilla palabra es de los verbos más difíciles de llevar a cabo en innumerables ocasiones, casi que me atrevo a decir que a diario. Mirar es algo que hacemos todo el tiempo y lo hacemos casi de forma desapercibida, automática, sin trascendencia ninguna. Muchas veces sin darnos cuenta de que allí adonde dirigimos la mirada es a lo que prestaremos atención, es lo que veremos, lo que observaremos, lo que conoceremos. Sin darnos cuenta de que a veces, también de forma desapercibida y automática, desviaremos la mirada para no ver, para no observar, para no conocer, para no saber. Y esto sí que tiene trascendencia, y mucha.

Mirar al mundo, a los demás, a nosotros mismos, no es gratis. Ese mirar profundo en el que nos atrevemos a ver y conocer todas las partes sin excluir ninguna conlleva un precio. Irremediablemente, mirar está unido a otra palabra igual de sencilla pero también uno de los verbos más difíciles de llevar a cabo: sentir.

Cuando miramos lo bello, lo que amamos, no solo se hace fácil, se hace adictivo porque nos hace sentir “bien”. El alma se ilumina, nos enternece, las sensaciones son tan placenteras que queremos fundirnos con ellas, deseamos volver una y otra vez a ese lugar donde todo es agradable y fácil.

La cosa cambia cuando lo que miramos es feo. Mirar no solo se hace difícil, sino que se convierte en algo a evitar porque nos hace sentir “mal”. Se encoge nuestra alma y nuestro cuerpo. Nos duele y, a veces, puede doler tanto que haremos lo que sea para no volver a ese lugar donde todo es desagradable y difícil. Sé que todo esto que escribo ya lo sabes, ya lo has experimentado y también sé que sabes, que por mucho que apartes la mirada, la desvíes o cierres tanto los ojos para no tener que ver nada, seguirá estando ahí, no se irá a ninguna parte. Esperará por si te decides mirar.

Cuando miramos lo bello, lo que amamos, no solo se hace fácil, se hace adictivo porque nos hace sentir “bien”.

Y no pasa nada si no miras. Todos lo hacemos. Todos en algún momento o en muchos, no miramos para no tener que ver, para no saber, para no sentir. Y no pasa nada, de verdad. Tampoco es que se acabe el mundo, lo único que puede pasar es que te puedas perder parte de él, de los demás, quizás partes de tu vida, de ti. Es lo que tiene no mirar. Que pierdes. No te sientes tan mal, e incluso puede que te sientas bien, pero pierdes.

¿Por qué mirar?

Porque cuando miras te abres a la posibilidad de ver la imagen completa y cuando haces esto, te abres al mundo, a los demás, a ti. Solo ampliando tu mirada y viendo más allá de lo que tienes enfrente podrás conocer todas las partes que necesitas para comprender todo lo que está fuera y dentro de ti, para agrandar el espacio que tienes para actuar, para ampliar tus opciones. Cuando miras, todas las partes se vuelven visibles e importantes. Las podrás sentir, tocar, escuchar… y en ese momento ganas la libertad para elegir. Cuando abres tu mirada no excluyes al mundo, ni a los demás. No te excluyes a ti. Es lo que tiene mirar. Que ganas. No te sientes tan bien, e incluso puede que te sientas mal, pero ganas.

Cuando me senté a escribir esta entrada no pude, me bloqueé. Soy una persona sin grandes dificultades para expresarme, suelo comunicarme con fluidez y normalmente no me requiere esfuerzo. Pero esta vez fue como si se hubiera borrado de mi memoria todo el vocabulario que he aprendido, no podía encontrar las palabras para expresarme, hasta las reglas ortográficas se me olvidaron. Y no entendía qué me pasaba. Enredada y frustrada con mi bloqueo estuve unos días hasta que dejé descansar esta sencilla palabra en mi mente “mira”. Y automáticamente me surgió una pregunta ¿A dónde tengo que mirar para verme? Y miré. Miré que tengo mucho miedo de que al leer esto pienses que es una tontería, que esto que escribo no tiene ninguna importancia. Miré que tengo miedo de exponerme a tu mirada y, sobre todo, a que me veas. Y también te miré a ti, miré al ser humano que está leyendo esto y vi que, a lo mejor, en este momento hay alguna parte que no quieres mirar, que te bloquea, que te duele. Te vi intentando desviar la mirada, poniendo mucho esfuerzo en ocultar y tapar lo feo. Y al mirarte me vi.

Seguro que no te sorprendo cuando te digo que mirar no ha sido agradable. No. No me gusta mucho este lugar. No me gusta nada. Y si pudiera no volver aquí, lo haría. Pero no puedo. Porque hace más de dos décadas que quería escribir un blog y este es el precio que elijo pagar por hacerlo. Por si te sirve de algo, vale la pena pagarlo. Quiero terminar dejándote estas preguntas por si algún día quieres contestártelas. ¿A dónde tienes que mirar para verte? y ¿Te atreves a mirar?

P.D: Agradezco cualquier comentario que quieras dejarme, incluido si te parece una tontería lo que he escrito. Me ayudarás a exponerme y me animarás a seguir escribiendo.

¡Buen rollito!